Cuando termina el verano pasan algunas cosas malas y otras buenas, algunas malas son que ya no puedo comer helados de hielo frío, que ricos, me encantan los que te congelan toda la lengua, una vez se me pegó uno y lo sujeté un rato grande sin manos, luego se cayó y como nadie me vio y no había ni hojas, ni barro, ni nada de sucio en el suelo, me lo comí rápido. Otra cosa mala es que después del verano ya nadie sale por las noches al fresco, todos se meten y se encierran en casa y se olvidan del fresco todo un año entero, no se habla en ningún sitio de eso, es como si estuviese prohibido hablar de salir al fresco, mañana si no hace frío, no llueve, ni tampoco nieva le voy a decir al abuelo que salga conmigo un rato al fresco y si veo muchas estrellas pensaré que es verano y me estoy comiendo un helado de hielo súper frío. Hay más cosas malas que pasan después del verano, pero de lo que más me acuerdo es de una cosa muy buena, creo que de las mejores, es que cuando se acaba el verano… ¡ya no hay avispas en las fuentes!, llega de repente un día que se han ido y no se queda en el pueblo ni una, cuando veo la fuente sin avispas siempre le digo a mi amigo Rodri; ¡ ves Rodri, ya se nos ha acabado todo el verano !. Me acuerdo de cuando era pequeño y tenía cinco años, no pude beber agua en ninguna fuente del pueblo en todo el verano entero, todas las avispas querían picarme, solo a mí, a mi amigo Rodri no le picaba ninguna, parecía que tenía un super-escudo protector invisible, pero no lo tenía porque eso no existe en España, ni en París. Hoy es Enero y ya no estamos en verano, ni nadie sale al fresco, ni tengo un helado de hielo frío, pero ha pasado una cosa increíble, cuando iba por las paredes de la muralla sacando de los agujeros a las arañas tontas con un palo, me he pegado un susto que casi me caigo y me muero entero, en una tela de araña había una avispa estirándose como loca y chillando, estaba cagada de miedo, no sé si por la araña que ya salía o por verme a mi tan grande y con un palo que aunque era muy pequeño seguro que la avispa pensaba que era gigante y tiritaba por eso de miedo. Justo en ese momento me acordé de aquel verano que no pude beber en ninguna fuente por culpa de sus amigas o sus tías o sus hermanas, quise clavarla aquel palo muy pequeño en el ojo, pero me daba mucha pena, parecía que lloraba y todo, por eso la salvé y aquella tarde me la llevé a casa con el palo pequeño, la tela de araña colgando del palo y la avispa agarrándose para no caerse y matarse entera contra el suelo.
En casa sin que se enterasen mis padres la preparé un poco de agua con azúcar, un trozo de piruleta de corazón; seguro que le gustaba porque en el parque siempre había avispas en las piruletas de corazón del suelo. También quise hacerle una fuente con una botella pequeña pero era súper difícil y mojé toda la alfombra y el baño y el pasillo y a mi peluche Jorge, justo al que menos le gusta bañarse de todos, por todo eso lo pensé mejor y no la hice, aunque seguro que a la avispa le hubiese gustado mucho tener una fuente donde picar a todos los que se acercasen a beber.
En una caja de clips de mi hermano Santi puse la avispa con un poco de algodón para que durmiese caliente y blandita, pero me costó mucho tumbarla con el palo y un boli azul, no quería irse a dormir la jodía y sin querer me quedé yo dormido y no sé qué pasó ya luego con la avispa, pero no me pico ni nada.
Esa noche soñé con una avispa que me contaba una historia:
Cuenta la historia que hace muchos veranos sucedió que a una pequeña avispa que andaba divagando entre ensoñaciones y observando desde lo alto a los niños jugar, sin darse cuenta el verano se la quedó atrás y cuando quiso regresar a su fuente a prisa, se encontró con que allí ya no quedaba nadie, todos se habían marchado ya, la pobre avispa triste y sola se quedó. Viajó en busca de algún familiar, todo el otoño pasó esquivando hojas y ventiscas, sobrevivió a duras penas, pero cuando pensaba que todo cambiaría a mejor…llegó el frío invierno, desolada trató de cobijarse en las grietas de los muros de un castillo, pero allí no encontró cobijo, una terrible desgracia, pensó que aquello era su fin, sus frágiles patas se enredaron entre las telas de una temerosa araña, luchó y gritó con todas sus fuerzas, incluso suplicó que le ayudase a un chico que por allí pasaba, aquel fue su salvador, acercándole un palo enorme, consiguió soltar a la asustada avispa y alejarla de una muerte segura, aquella noche aquel niño cuidó y la mimó como nunca nadie lo había hecho antes, después de tomar un poco de deliciosa agua con azúcar y de deleitarse con el dulzor de un caramelo de piruleta de corazón, la pequeña avispa saltando de alegría se fue acomodando con ayuda de aquel niño entre los cálidos algodones que había preparado para ella, donde en poco tiempo cayó en un profundo sueño, aquella noche aquella avispa tuvo un bello sueño, en él, un alegre niño la invitaba a salir al fresco para tomar helado de hielo frío en una preciosa y estrellada noche de verano.