Una avispa perdida en el invierno

Cuando termina el verano pasan algunas cosas malas y otras buenas, algunas malas son que ya no puedo comer helados de hielo frío, que ricos, me encantan los que te congelan toda la lengua, una vez se me pegó uno y lo sujeté un rato grande sin manos, luego se cayó y como nadie me vio y no había ni hojas, ni barro, ni nada de sucio en el suelo, me lo comí rápido. Otra cosa mala es que después del verano ya nadie sale por las noches al fresco, todos se meten y se encierran en casa y se olvidan del fresco todo un año entero, no se habla en ningún sitio de eso, es como si estuviese prohibido hablar de salir al fresco, mañana si no hace frío, no llueve, ni tampoco nieva le voy a decir al abuelo que salga conmigo un rato al fresco y si veo muchas estrellas pensaré que es verano y me estoy comiendo un helado de hielo súper frío. Hay más cosas malas que pasan después del verano, pero de lo que más me acuerdo es de una cosa muy buena, creo que de las mejores, es que cuando se acaba el verano… ¡ya no hay avispas en las fuentes!, llega de repente un día que se han ido y no se queda en el pueblo ni una, cuando veo la fuente  sin avispas siempre le digo a mi amigo Rodri; ¡ ves Rodri, ya se nos ha acabado todo el verano !. Me acuerdo de cuando era pequeño y tenía cinco años, no pude beber agua en ninguna fuente del pueblo en todo el verano entero, todas las avispas querían picarme, solo a mí, a mi amigo Rodri no le picaba ninguna, parecía que tenía un super-escudo protector invisible, pero no lo tenía porque eso no existe en España, ni en París. Hoy es Enero y ya no estamos en verano, ni nadie sale al fresco, ni tengo un helado de hielo frío, pero ha pasado una cosa increíble, cuando iba por las paredes de la muralla sacando de los agujeros a las arañas tontas con un palo, me he pegado un susto que casi me caigo y me muero entero, en una tela de araña había una avispa estirándose como loca y chillando, estaba cagada de miedo, no sé si por la araña que ya salía o por verme a mi tan grande y con un palo que aunque era muy pequeño seguro que la avispa pensaba que era gigante y tiritaba por eso de miedo. Justo en ese momento me acordé de aquel verano que no pude beber en ninguna fuente por culpa de sus amigas o sus tías o sus hermanas, quise clavarla aquel palo muy pequeño en el ojo, pero me daba mucha pena, parecía que lloraba y todo, por eso la salvé y aquella tarde me la llevé a casa con el palo pequeño, la tela de araña colgando del palo y la avispa agarrándose para no caerse y matarse entera contra el suelo.

En casa sin que se enterasen mis padres la preparé un poco de agua con azúcar, un trozo de piruleta de corazón; seguro que le gustaba porque en el parque siempre había avispas en las piruletas de corazón del suelo. También quise hacerle una fuente con una botella pequeña pero era súper difícil y mojé toda la alfombra y el baño y el pasillo y a mi peluche Jorge, justo al que menos le gusta bañarse de todos, por todo eso lo pensé mejor y no la hice, aunque seguro que a la avispa le hubiese gustado mucho tener una fuente donde picar a todos los que se acercasen a beber.

En una caja de clips de mi hermano Santi puse la avispa con un poco de algodón para que durmiese caliente y blandita, pero me costó mucho tumbarla con el palo y un boli azul, no quería irse a dormir la jodía y sin querer me quedé yo dormido y no sé qué pasó ya luego con la avispa, pero no me pico ni nada.

Esa noche soñé con una avispa que me contaba una historia:

Cuenta la historia que hace muchos veranos sucedió que a una pequeña avispa que andaba divagando entre ensoñaciones y observando desde lo alto a los niños jugar, sin darse cuenta el verano se la quedó atrás y cuando quiso regresar a su fuente a prisa, se encontró con que allí ya no quedaba nadie, todos se habían marchado ya, la pobre avispa triste y sola se quedó. Viajó en busca de algún familiar, todo el otoño pasó esquivando hojas y ventiscas, sobrevivió a duras penas, pero cuando pensaba que todo cambiaría a mejor…llegó el frío invierno, desolada trató de cobijarse en las grietas de los muros de un castillo, pero allí no encontró cobijo, una terrible desgracia, pensó que aquello era su fin, sus frágiles patas se enredaron entre las telas de una temerosa araña, luchó y gritó con todas sus fuerzas, incluso suplicó que le ayudase a un chico que por allí pasaba, aquel fue su salvador, acercándole un palo enorme, consiguió soltar a la asustada avispa y alejarla de una muerte segura, aquella noche aquel niño cuidó y la mimó como nunca nadie lo había hecho antes, después de tomar un poco de deliciosa agua con azúcar y de deleitarse con el dulzor de un caramelo de piruleta de corazón, la pequeña avispa saltando de alegría se fue acomodando con ayuda de aquel niño entre los cálidos algodones que había preparado para ella, donde en poco tiempo cayó en un profundo sueño, aquella noche aquella avispa tuvo un bello sueño, en él, un alegre niño la invitaba a salir al fresco para tomar helado de hielo frío en una preciosa y estrellada noche de verano.

El camino andado

Queridos amigos y compañeros de Falsaria, tan solo quiero agradeceros por haber estado ahí siempre apoyándome durante este ya viejo año, por ello, quiero desearos de corazón algo muy muy especial, algo que creo que todos ansiamos cada vez más, quiero desearos mucho tiempo, tiempo del bueno, del que nada lo borra, tiempo para amar, para pasear de la mano de un niño, tiempo para pensar y meditar sobre lo grande que es lo pequeño, tiempo para el perdón, tiempo para contar cuentos al lado de viejos leños ardientes, tiempo para hacer bien sin condiciones, tiempo para aprender a dejar lo malo atrás, muy atrás y quemar todos los puentes posibles, tiempo para escribir historias infinitas.

De corazón este joven que aquí escribe, les desea mucho tiempo para los días venideros.

Feliz Navidad.

Labrida

Pd.: Como regalo de Navidad quiero dejarles este bello poema, que como arqueólogo de desvanes, encontré entre viejos papeles en una casa que pronto sería escombros, suerte de encontrarle, es muy probable que la persona que lo escribió ya no se encuentre entre nosotros y no esté escrito en ningún otro lugar, hoy, quiero compartirlo con ustedes y como un gran puñado de cenizas en la ventisca, renazcan sus ascuas y se eleve para siempre en el tiempo, tiempo que agradecerá un bello poema como el presente.

El camino andado

Por el camino que vine

ya nunca mas volveré

tanta prisa por andarlo

y ahora esta nostalgia de él.

No supe donde llevaba

y ni aún lo quise saber.

Marchaba por el gozoso

en busca de un no sé qué;

sombra de amor fugitiva,

ilusión, fragancia, sed…

Era de sueño mi frente

y eran de pluma mis pies.

La tierra se iluminaba

con luces de amanecer;

todo en ella florecía 

y mi corazón también.

Como a una fiesta marchaba

sin quererme detener;

pero se acabo el camino

y a la fiestas no llegué.

Quebrose el sueño en mi frente

de plomo fueron mis pies.

Ahora tras el horizonte

que imán de mis ojos fue

horizonte de promesas

he dejado de correr.

En tanto que a él me acercaba

iba alejándose él;

Y hoy como yo, se esta quieto

sin las promesas de ayer;

frente a mi, duro, implacable

en una espera cruel…

Si vuelvo por el camino

de cierto que le huiré;

por el camino que traje,

¿volveré a andarlo otra vez?

Henche, 26 de Marzo de 1942

Lo que sucedió

En algún lugar escuché esta increíble historia que hoy todavía recuerdo, verán, aquella historia hablaba sobre un mundo en el que la mayoría de sus habitantes podían disfrutar del placer de caminar, correr, saltar o bailar, pero pr alguna extraña razón en su lugar y por decisión propia, se obligaron a viajar y moverse en cualquier medio posible con la condición de que no se utilizasen apenas sus piernas. Algún tiempo después, no tuvieron suficiente con aquella auto prohibición que comenzaron a dejar de observar la realidad y crearon una nueva, al parecer no era suficiente el disfrute que la realidad de aquel mundo podía ofrecerles, por ello se enfundaron una especie de gafas cubriendo su vista y su vida cambió de nuevo, ahora viajaban en patines eléctricos con ruedas y aquella especie de gafas que les mostraban la realidad, a su entender, de un modo infinitamente más atractiva y con divertidas ilusiones.

Aunque parezca increíble no me invento nada de lo que aquí les relato, es una historia verídica que en algún lugar y en algún momento sucedió o quizá esté sucediendo…

Tal día como hoy

 

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Tal día como hoy, pero dentro de cuarenta años, alguien como yo escribirá en los muros ruinosos de la casa que hoy habito algo así como: Tal día como hoy, pero dentro de cuarenta años…

Mucho tiempo después llegará el día en que la historia dé toda una vuelta y de nuevo…

volvamos a las andadas

Lo que cabe en mi dedal

 

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Querida profesora, respondiendo a su interesante pregunta, le diré, que en algunos momentos de la vida se pueden contemplar cosas extraordinarias al asomarse uno al interior de su propio dedal, en mi caso y en este preciso momento de mi vida, le detallaré con mucho gusto lo que en el mío parece tener cabida.

Para empezar mi dedal no cabe en ningún dedo, es mucho más pequeño que cualquier dedo de las manos que pueblan este mundo, para asomarse a él hay que saber hacerse pequeño, no vale solo con imaginarlo, no no, hay que hacerse realmente pequeño , como yo, y cuanto mas pequeño mayor será el asombro al asomarnos a su borde.

La gravedad en mi dedal es diferente a la de nuestra tierra, en él se puede caer durante años  para finalmente aterrizar en un bello mundo  de cualquiera de los cientos de niveles existentes, sobre bastos prados y meciéndose uno como hoja de otoño recién caída, con suavidad y sin ninguna prisa. Mi dedal siempre está en la noche y completamente cubierto de diminutas estrellas amarillentas como cualquier dedal del mundo, lo especial es que en su mayor profundidad también existe otro cielo nocturno totalmente blanco y con millones de estrellas negras como el carbón, todo lo que sucede en la noche oscura se queda marcado eternamente en la noche blanca, todo deja su huella, siempre sucede así. En este curioso dedal, caben mundos, caben soles y lunas, caben todas las galaxias que conoces y no conoces, incluso cabe mucho más que lo existente en el infinito, en mi pequeño dedal cabe todo lo que yo crea que cabe, si lo pienso y lo creo, siempre cabe.

Todos tenemos un dedal, más grande o más pequeño, dorado o de madera, impoluto o pestilente, escondido o a la vista de todos, lleno a rebosar o vacío a rebosar, en definitiva, nuestro dedal se encuentra exactamente como todos y cada uno de nosotros deseemos que esté.

Los próximos días si piensas que no tienes tu propio dedal y por casualidad encuentras un dedal diminuto en alguno de tus paseos matutinos por el parque, no le des una patada, llévalo hasta el banco más cercano, ponlo en tu regazo y cuando estés realmente preparado hazte pequeño y asómate lentamente a su borde, verás.

El cuento de Charlie para los niños que pronto llegarán

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Niños, si si…, vosotros que estáis aún por llegar, abrid con fuerza vuestras minúsculas orejitas y escuchadme con atención, tratad de contemplar una mecedora, veréis como acto seguido un simpático y casi olvidado recuerdo ancestral recorrerá chispeante vuestras prodigiosas mentes de bellos niños de épocas futuras. Buscad en los sótanos de viejas librerías, si es que os quedan, los cuentos que os hagan temer y también llorar, recordadlos por siempre y soñad que los contáis a lomos de viejas mecedoras a vuestros niños que también están por llegar. Contemplad solo los escaparates de juguetes de trapo y trenes eléctricos, no os detengáis más que en pastelerías de grandes maestros reposteros con enormes bigotes y sonrosadas mejillas. Continuad con nuestra gran búsqueda, sorprendeos con las pequeñas cosas, continuad con el juego de la vida, saltadla de charco en charco, escuchad los susurros de nuestros vientos y os corresponderán con su generoso correo de historias al viento eternas. Cantad viejas canciones y vestiros en blanco y negro, lanzad piedras en todos los mares del mundo, recuperad del olvido los toboganes y las carreteras en la arena a dos manos, buscad nuestros errores y cometed todos los que os plazcan, Sed cariñosos y compasivos con vuestros abuelos, ellos ahora son nuestros hijos que ya están en el camino de vuestro encuentro, Les pediremos que recuerden guardar parte de nuestro cariño y compasión para un futuro, el vuestro, incierto pero vuestro.

Queridos niños que estáis aún por llegar, hoy en un tiempo que vosotros estudiareis como parte de la historia os contaré un pequeño cuento que en esta noche fría de noviembre, he deseado hacéroslo presente para que lo recordéis en el futuro, cuando yo sea pasado y el presente sea la semilla de vuestro gran futuro.

No es nada importante la época en la que vivió nuestro protagonista, el pequeño Charlie, pero lo que sí es realmente importante es que no fue un niño como todos los demás, Charlie nunca envejeció, jamás, seguramente hoy se encuentre en algún lugar del mundo entre nosotros y por supuesto no dudéis que lo encontrareis a su debido tiempo, Charlie siempre, si lo deseáis… siempre aparece.

La última vez que vimos a Charlie estaba realmente triste, decía haber vivido demasiado y ya andaba algo cansado de lo que estaba sucediendo en el mundo, tantas guerras, bosques desaparecidos, millones de animales acorralados y muertos, Charlie siempre tenía que cambiar de lugar donde vivir, nunca encontró en la historia un lugar en donde no reinase en alguna de sus formas bien el odio, o la envidia, o la maldad, o la injusticia, o la locura de miles de ciudades contaminadas y donde todo se moviese a una velocidad de vértigo, Charlie tan solo quería vivir en un bello lugar donde los niños fuesen los seres más respetados y admirados, pero nunca lo encontró, por más que viajó y viajó por los caminos de las tierras de este mundo, nunca encontró tal lugar, aún hoy continua su búsqueda. Yo intento ayudar a Charlie, aunque no siempre lo consigo, el mundo nos arrastra como una gran ola, intentamos construir ese bello lugar para Charlie pero el tiempo juega en nuestra contra y nos empuja dejando atrás nuestros intentos, algunas veces pequeños cimientos llenos de ilusión y esperanza…

Aquella última vez que vi a Charlie, me dio una carta y me dijo que hoy, esta misma fría noche de noviembre debería de abrirla y leerla en silencio en la oscuridad de mi escritorio, así lo hice y esto es lo que dice su carta, vuestra carta:

De Charlie para los niños que pronto llegarán.

Queridos niños del futuro, soy Charlie, un niño, como vosotros supongo, no sé cómo sois y si en vuestro tiempo ya tendréis los dedos de los pies pegados, yo solo tengo dos de ellos pegados y eso no es ahora lo habitual, podría decirse que soy un poco diferente, no solo por los pies, también porque siempre he sido niño y siempre lo seré, lo prometo, nada cambia en mí, solo me crecen un poco las uñas y mucho el pelo, en el mar sobre todo, me encanta el mar, no sé si vosotros tendréis los mismos mares que ahora yo contemplo, pero sería genial que pudieseis nadar en ellos, seguro que os gustaría, algún día creo que lanzaré un mensaje divertido en una botella tan lejos como pueda para que se adentre en los mares y llegue hasta el otro lado del mundo dentro de muchos años, justo cuando alguno de vosotros estéis chapoteando y jugando a saltar las olas, sería divertido que yo también estuviese allí para ver vuestra sonrisa, podríamos hacernos amigos y lanzar juntos mensajes al mar, trataré de buscaros en las playas que visiteis el futuro.

Esta carta es un mensaje para que todo aquel que pueda, me ayude, no quiero seguir viajando toda mi larga vida buscando aquel lugar soñado donde vivir, por eso quiero que vosotros os encarguéis de construir ese lugar genial donde vivir todos en el futuro, ahora mismo no hay ninguno que me guste del todo, siempre hay algo que lo fastidia, tengo una descripción de cómo me gustaría que fuese el lugar en donde pasar el resto de mi vida, apuntadlo bien y si podéis lo preparáis para cuando yo llegue, será el lugar más divertido del mundo, ya lo veréis.

Tenéis que juntar todas las islas que podáis, importante que sean solo las que no tengan ciudades, si es posible en algún lugar en donde no llueva mucho, no sé por qué, pero cuando llueve algunas veces me deprimo y no me gusta mucho. Un sitio con miles de árboles de todos los tamaños y colores, o mejor millones o todos los que puedan caber, haced obligatorio los juegos diarios entre adultos y niños, que sea castigado como un delito el estar más de dos días sin jugar con tus hijos o nietos. Que no existan las casas particulares, que todas sean de todos y cada noche puedas ir a jugar y escuchar los cuentos de los otros padres, que no existan las escuelas, que la escuela sea el mundo y los libros de aventuras, de terror, de risa, de vaqueros y de bellas princesas en castillos de caramelo. Que no se permita entrar en la isla a nadie que no cumpla estos requisitos: Venga para ser y hacer feliz a los demás. Eso es todo.

He vivido una vida feliz, al conocer a Charlie cuando era niño mi vida cambió y comencé su gran búsqueda, desde entonces pase toda mi vida errante por todas las playas del mundo, busque sus mensajes lanzados al mar descubriendo al tiempo la belleza del mundo, pasaban los años y no había noticias de Charlie hasta que una mañana silenciosa en una bella playa desierta de un lejano continente, apareció ante mí una vieja botella que danzaba de una forma especial entre las olas, parecía feliz por llegar al fin a su destino, en su interior, como era de esperar, un mensaje de Charlie que tan solo decía:

“Mira a tu izquierda”

Allí estaba el pequeño Charlie, sonriente, feliz, contemplando al niño que siempre habitó en mi interior.

En este gran mundo victorioso

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Una mañana blanca que recién terminaba de regar los geranios del balcón que da a la calle las armas, un chino con gorra de yanqui después de estar un rato mirándome, no sé si el canalillo o los geranios, me sacaba una foto, turística supongo por la estampa que yo tenía en ese momento, bueno pues yo salerosa y sonriente y desprendiendo todo ese glamour que dios me ha dao, tomé aquella pose tan castiza con ambos signos de victoria en los dedos, el chino ya con su foto y su gorra, feliz se marchaba haciendo reverencias como un súbdito a su reina, que majo el chinito, total, que me puse a habiar la casa y así pasé la mañana, canturreando, con el plumero como batuta, trapo pacá fregona pallá, la cosa es que  no me recordé al chino aquel hasta media tarde, de esas cosas que te vienen a la cabeza sin saber paqué, ¿ y si el chino cabrón me hacía un montaje y me sacaba en pelotas en alguna revista para chinos pervertidos…? ¿ y si utilizaban mi foto como reclamo en algún anuncio de sushi de marca blanca, con el asco que me da a mí el pescao crudo… ?. Al final me empecé a arrepentir de dejar al chino sacarme la foto, al momento llegó Juan de trabajar y se me fue de la cabeza por unos años aquel chino de la gorra yanqui.

Muchos años después, sobre las tres de la tarde, estando echá en el sofá sacan por la televisión unas revueltas estudiantiles de alguna universidad enorme de Pekín, cuando veo pasar un monton de chinos con pancartas, el vuelco que me pegó el corazón cuando me veo mi foto en todas con símbolos de esos raros de los chinos, casi me da el soponcio del siglo, del corazón que andaba yo ya por aquel entonces, pa haberme quedao. Según traducía el del telediario decía algo así como: En la lucha y hasta la victoria.

Las vueltas que da la vida y la foto el chino pensé yo, Juan no se enteró de nada, hacía casi ocho años que lo enterramos, se cuidaba poco el pájaro, no andaba nunca pa fotos, na que ver conmigo.

Pues nada ya sabía yo que llegaría lejos en la vida, ya lo decía mi santa madre que dios la tenga en su gloria, pero hasta China…

Llamando al rey del pozo

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El poeta ya viejo y algo cansado, apuraba su minúsculo lápiz a la par que ese último cigarrillo rubio que pendía de la comisura de sus labios, dejando escalar por su rostro un suave y sutil hilo de humo. Entre versos sonó su teléfono móvil, perdido en algún lugar de aquella sencilla habitación de hotel, quizá junto a la guitarra o debajo de la montaña de notas y libros que copaban todas las sillas y mesitas de la estancia.

El poeta leía sin inmutarse por el insistente sonido del teléfono, su rostro reflejaba a la perfección cuál era su prioridad en aquel momento creativo, momento de lucha interna por tratar de extraer de la profundidad del pozo el agua más fresca y pura, allí donde nace el bello poema que con ayuda de su fiel  instrumento a modo de cubo va recogiendo con paciencia, con sabiduría, solo como él sabía hacerlo.

Tras un corto silencio el teléfono móvil comenzó a sonar de nuevo y de una forma aún más insistente, ahora mezclándose con algunos acordes de guitarra recién nacidos, recién rescatados de ese bello pozo, inundándolo todo, envolviendo con dulzura aquel molesto ruido que entró una mañana de tormenta en nuestras vidas pensando que las mejoraría para poco después esclavizarlas por muchos años, todos los que le dejemos claro está.

El silencio se rompía de forma intermitente con nuevas llamadas, pero el poeta permanecía impasible, laborioso en su pozo, en paz, en su ceremonia personal con la poesía, mientras tanto al otro lado del teléfono, posiblemente allá, por las lejanas y frías tierras suecas, un grupo de personas impolutas, esbeltas y con gesto de extrañeza y preocupación, miraban fijamente a la mujer que sostenía el auricular del teléfono existente al final de un largo pasillo, el cual daba a un gran patio interior con una bella escalinata de piedra. No podían creerlo, era algo inaudito, jamás les había ocurrido algo parecido en la historia de su academia, gestos de preocupación se mostraban cuando alguien pasaba junto al grupo y los allí presentes asentían de forma negativa a todas las miradas curiosas.

En el mismo momento en que aquel poeta ponía nombre a su recién nacida creación, los miembros de la academia justo después de colgar el auricular de aquel viejo teléfono de baquelita y mirarse con absoluto asombro unos a otros, fueron dispersándose en silencio por aquel bello edificio.

Lejos de allí, en una vieja habitación de hotel, el poeta daba nombre a aquella nueva canción recién rescatada del pozo, se llamaría ” El poema que renunció a la gloria”.

La puerta de la habitación se abrió y alguien asomando tan solo su cabeza, se dirigió al poeta diciendo:

– Es la hora Dylan, en marcha.

Al recoger su teléfono y ver varias llamadas de un número con un prefijo largo y desconocido, pensó para si mismo mientras colgaba de su hombro su vieja guitarra:

– Alguien se debió de equivocar…

Escritos sobre lo que aún no sé

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Sonará algo extraño, diferente, incluso curioso, el hecho de que yo, también autodenominado homo sapiens, no quiera hablar de lo mucho que sé o creo saber y en cambio desee hacerlo de lo que aún no sé, que aunque no lo sepa, reconozco que es mucho más de lo que ahora mismo se, ustedes lo saben, reconózcanlo.

Aún no sé si es buena idea que hable de lo que aún no sé, pero algo me dice que lo haga, y que lo haga sin miedo, que solo el tiempo me dirá si fue una buena idea o no. No sé si mañana comenzaré ese gran relato que desate una tormenta lejana de cartas perfumadas inundando de nuevo los buzones olvidados del mundo. No sé dónde quedaron todas esas cartas de amor que perdieron su destinatario vagando eternamente entre los corros de papeles de viejos callejones. No sé si mañana ya seré demasiado mayor para dejar que alegres mariposas posen su felicidad en mi nariz. No sé cuántos sueños me quedan en la recámara, no sé aún si sabré siquiera soñarlos. Aún no sé cuantas palabras le quedan a mis dedos, no sé si de ellas nacerán otras lenguas, quizá incluso reinventen la poesía o por el contrario, atormenten al poeta de los tiempos que vendrán, aún no lo sé. Aún no se si seguir un camino, si comenzar uno nuevo o si destruir todos los del mundo, no sé tan siquiera porque debo seguir un camino.

Aún no sé de qué sirven todos estos escritos, quizá sean el camino ya emprendido a pesar de no saberlo, quizá sean la mariposa que paciente me espera y me guía, quizá sepa mucho más de lo que creo saber y cuando sea consciente de ello, comprenda lo mucho que me queda por saber, pues como todos ustedes saben… la genialidad está por descubrir.

No queda donde gritar

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Desolado por la dureza de tratar de retener el grito infinito del alma que se desgarra, camino junto al acantilado, con el viento, con la noche, con el abrazo del precipicio, buscando aquel anhelado lugar, donde el grito se hace fruto y culmen de libertad, esparciendo todos los males del mundo que en mí habitan, en mi mundo, en los pasos de brasa que dejo atrás recordándome que soy llama y fuego, y tormenta de pensamientos que se agolpan en la antesala de mi grito. aquel que se derrumba ante mi, este mismo que me vacía, que deja al descubierto y blanca el alma de aquel niño que fui, con él se marchan todas y cada una de mis historias inventadas, ahora tan solo soy realidad, la realidad a espaldas de ese grito que ya a lo lejos renuncia a mí, sus ecos ya lo anunciaron…